Notas y Publicaciones

Adaptándose a una nueva forma de vida

¿Podríamos llamar migración a un traslado a unos pocos kilómetros de la ciudad?

 

A juzgar por lo que constatamos en la realidad de nuestros consultorios, suele ser un motivo de consulta recurrente, la dificultad de adaptarse a esta nueva forma de vida.

 

La migración es una situación a veces deseada, otras obligada. En ambos casos, moviliza diversos sentimientos según la situación particular, ya sea que se produzca a nivel individual o familiar.

 

Obviamente, la migración obligada e individual es la más desestabilizante, pero en todos los casos genera ansiedad, temor a lo desconocido, tristeza por lo que se deja, sensación de extrañeza por la pérdida de los referentes conocidos, y pueden inclusive presentarse síntomas como algún tipo de trastorno en el dormir o una mayor tendencia a enfermarse.

 

Cuando la que migra es una familia, cada uno de sus miembros realiza un proceso individual de adaptación, existiendo en un primer momento una tendencia a unirse más frente a lo desconocido, que es vivido como amenazante junto con una fantasía compartida de querer volver a lo anterior.

 

Una vez que se supera esta primera etapa y cada uno va logrando generar vínculos nuevos, incorporarse a actividades y armar sus respectivos grupos de pertenencia, las ansiedades y posibles síntomas comienzan a disminuir.

 

Los hijos, por la flexibilidad que caracteriza a los niños y jóvenes y la facilitación que les permite la actividad escolar, son los que rápidamente logran la adaptación. El padre de familia, a través de la actividad laboral también logra acomodarse con mayor facilidad a la nueva situación.

 

Por lo que se observa a través de las consultas, la mayor dificultad se les plantea a las mujeres que no trabajan afuera y “se quedan en casa”. La vida se transforma en un “esperar a que lleguen” o “llevar a los chicos a” y la inserción en el nuevo medio resulta mucho más complicada y trabajosa. A los demás miembros de la familia, la nueva vida “se les va armando”, pero en el caso que estamos abordando es la mujer en cuestión la que se “tiene que armar” una nueva forma de vivir. Para lograr hacerlo es fundamental comprender que depende de uno mismo lograr estar satisfecho. La situación externa condiciona en algunos aspectos, pero no nos determina. El desafío consiste en estar atento a los deseos propios y escucharlos, y digo desafío, porque es mucho más difícil ir en pos de lo que uno quiere, que acomodarse a la situación que a uno le toca.

 

Es un compromiso que vale la pena asumir, dado que de ello depende tanto el bienestar propio como el de la familia.

 

Lic. Silvana Santoro

Centro de Psicología Clínica, Laboral y Forense

 

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