Notas y Publicaciones

LA PAREJA: Dependencia económica / proveedor responsable

Aún en la actualidad, solemos ver situaciones como las siguientes:

Mujeres que ya no sienten amor por sus parejas y no tienen la libertad de tomar la decisión de separarse, por no tener los medios que le permitan autoabastecerse ya que la función de provisión económica estuvo y está a cargo de su marido.

Mujeres que no tienen libertad para decidir hacer una determinada inversión sin consultarlo (¿pedir permiso?).

Mujeres que no saben cuál es la realidad de su situación económica salvo lo que el marido decide que sepan. Desconocen cuál es el ingreso mensual, si tienen ahorros e inclusive cuál es su patrimonio.

Hombres que tienen la exigencia de ganar cada vez más dinero aún a costa de que su vida sea, trabajar todo el día.

Hombres que pierden contacto afectivo y cotidianeidad con los hijos pero ponen toda su preocupación en poderles comprar todo lo que “necesitan” y que “no les falte nada”.

Hombres que padecen todos los indicadores de stress (agotamiento, insomnio, irritabilidad, distancia afectiva) y los asimilan como forma de vida normal.

Hombres que sólo acumulando dinero sienten que su virilidad está a salvo.

Hombres que no pueden mostrar temor, sensibilidad ni ningún sentimiento que vulnere su imagen de superhombre.

 

Si bien el lugar en el cual queda ubicada la mujer, tiene que ver con condicionamientos culturales, no es menos cierto que los mismos colocan al hombre en otro lugar tan preestablecido y atrapante como el de la mujer.

 

Convengamos que la posición ideal no existe, cualquiera que se asuma, tiene beneficios y costos. La subordinación tiene un precio muy alto, pero el poder que otorga el manejo y la disponibilidad económica también lo tiene. Lo más cercano a la posición ideal tiene que ver con no ubicarse un ningún extremo.

 

La mujer tiene cada vez más conciencia de lo que implica depender económicamente, falta de libertad y movilidad, su autoestima afectada. En este sistema capitalista, donde el dinero posee un poder supremo, CUANTO MÁS SE TIENE MÁS SE VALE. En consecuencia como la mujer no accede al dinero, no es tan valiosa.
Pero también el hombre está tomando cada vez más conciencia del costo que tiene para él estar culturalmente encuadrado en el rol de proveedor. También es válida la ecuación, cuanto más tengo, más valgo, hasta su vida sexual se sostiene en ello,ya que dinero está asociado a virilidad y potencia.

 

Estos roles fijos, tienen algunos beneficios: en el caso de la mujer la falta de autonomía las protege de tener que enfrentar el mundo.
Seguir teniendo un papá protector y proveedor puede evitar responsabilidades del ser adulta y hacerse cargo de sus acciones y decisiones, evitando a su vez esfuerzos y frustraciones.
No enfrentarse al límite de la realidad, permite seguir sosteniendo fantasías infantiles de omnipotencia (si yo lo hiciera lo lograría o lo haría mejor). En el caso de la mujer, los beneficios que le otorga la dependencia económica rondan en torno a seguir manteniéndose en un mundo infantil, salvo en el rol materno donde al hacerse cargo de otros puede asumir una posición adulta.

 

Respecto al hombre los beneficios que le otorga el poder económico se relacionan con el poder sostener la ilusión de superioridad y omnipotencia, con el acceder a ciertas libertades por ejemplo sexuales, de movilidad, con la tranquilidad de que su pareja no lo expone a lo mismo. También evita la incomodidad que supone compartir decisiones respecto al destino del dinero y su administración. En síntesis todos los beneficios que otorga detentar el poder.

 

Para responder adecuadamente a esos roles fijos, de los que venimos hablando, es necesario efectuar una disociación de aspectos del ser. La disociación siempre implica un empobrecimiento ya que toda la energía está al servicio de desarrollar el área permitida y en suprimir otras. Algo de sí siempre “quedará afuera” lo cual hace inevitable que en algún momento el malestar se haga presente y lo más probable es que se le eche la culpa al otro y conciente o inconcientemente se piense que el precio que cada uno paga es el más alto.

 

 

Lic. Silvana Santoro

Centro de Psicología Clínica, Laboral y Forense

 

VOLVER